La historia se repite; las clases sociales permanecen; la oligarquía se retrata. El asesinato de la activista social hondureña Berta Cáceres, ocurrido el pasado jueves, viene a confirmar la esencia dictatorial de algunos Estados supuestamente democráticos de América Latina. La complicidad entre los poderes políticos del neoliberalismo y los magnates económicos que manejan sus hilos, se hace evidente en lugares como México, Paraguay o la propia Honduras, donde los líderes sociales y los activistas de los Derechos Humanos son asesinados impunemente, mientras los gobiernos-títere de las multinacionales y las oligarquías locales, miran hacia otro lado. “Me siguen, me amenazan con matarme, con secuestrarme, amenazan a mi familia; esto es a lo que nos enfrentamos”, declaraba Berta Cáceres poco antes de morir. En el año 2009, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) había otorgado a Berta medidas cautelares de protección, que debía haber ejecutado el gobierno hondureño. Pero no lo hizo. De hecho, 2009 fue el año…