La penosa situación que soportan a diario los refugiados de los campos saharauis es un espectáculo tan bochornoso como contemplar a las principales democracias del mundo arrodilladas ante el reyezuelo de Marruecos. Hace décadas, EEUU instaló en este país su cabeza de puente para el norte de África. Más recientemente, la Unión Europea ha contratado a Marruecos como guardián exterior para el control de su frontera sudoccidental. Estas circunstancias aportan a Rabat los bríos necesarios para pisotear impunemente los Derechos Humanos, e incluso, para arremeter contra el secretario general de Naciones Unidas, con motivo de su visita oficial a los campamentos de Tinduf. Según Mohamed VI y sus secuaces, con esta visita Ban Ki-moon “se apartó de su neutralidad, su objetividad y su imparcialidad, asumiendo abiertamente una indulgencia culpable con un estado fantoche desprovisto…